De Las enseñanzas del Maestro
"La única condición que necesitamos para abolir nuestras limitaciones materiales y alcanzar la vida espiritual, reside en aceptar que a la vida le da calidez el espíritu de Dios (…) Hemos sido dotados de un sentido espiritual que nos hace percibir el gozo de la presencia de Dios. Pero la influencia de la irreverencia y el pecado matan aquel sentido antes de que seamos capaces no ya de ver más allá del mundo material sino incluso antes de ver más allá de nosotros mismos".
Sadhu Sundar Singh
Hace algunos días hice un descubrimiento que cambió mi vida de una forma tan impresionante y veloz que aún me cuesta dimensionar. Buscando en internet el Bhagavad Gita - uno de los más trascendentes textos espirituales escritos en la historia de la humanidad-, me topé con "Las enseñanzas del maestro", un maravilloso libro que, con un lenguaje simple pero consistente, devela una a una las grandes interrogantes a cerca de Dios, la verdad, la vida, la muerte y el hombre con su unión y separación de esa fuerza invisible e infinita a la cual - en occidente - llamamos Dios.
Las enseñanzas del maestro, llegaron a mi vida cuando más las necesitaba, me encontraba perdida y desorientada, envuelta entre la autocompasión y la duda acerca de todo en lo que creía. Estaba completamente ajena a mi Padre, Madre Dios y su amor infinito. En una de esas etapas en las cuales, como dice la parábola: al ver nuestras huellas en la arena nos dirigimos a Dios sólo para preguntarle ¿por qué nos ha abandonado?. En ese intervalo exacto, cuando estás al borde del abismo, fue cuando ese maravilloso libro apareció ante mis ojos añorantes de verdad y amor, para demostrarme que, aquellas huellas que veía en la arena no eran mías, sino que eran de Dios, que me cargaba en sus brazos.
Las lágrimas recorrieron mis mejillas mientras avanzaba en la lectura, humedeciendo mi rostro y saciando poco a poco aquella sed infinita que sólo la verdad y el amor de Dios pueden saciar. Mientras consumía cada página con el apuro de quién recibe una botella de agua tras días sin beber líquido alguno, comprendí que estuve toda mi vida creyendo que creía, profesando fe sin fe, amando sin saber amar por las tantas heridas que con o sin intención provoqué a quienes me rodean y a mi misma.
Comprendí que no puedo avanzar hacia el conocimiento del espíritu si retrocedo con cada furia, con cada reclamo o falta de comprensión hacia quienes me rodean, hacia mi misma y sobre todo hacia Dios. Comprendí también que cada situación y cada persona con que nos cruzamos están ahí por algo, que quizás -en ese preciso instante no podemos comprender- pero qué, están ahí por nosotros y para nosotros: El sufrimiento es desagradable al primer contacto, pero aquellos que lo aceptan por causa de Dios, dentro de él encuentran la delicia de la paz espiritual. No conseguimos una victoria real escapando del dolor, sino más bien descubriendo la gracia de cambiar el dolor en alivio, cambiar la muerte en vida, el mal en bien.
Comprendí además que el mal, el sufrimiento, el hambre y la crueldad, no son más que una realidad creada por nosotros, los seres humanos incapaces en gran medida de ver y reconocer el amor de la fuente que todo lo creó, incapaces casi totalmente de comprender el dulce sabor de la tristeza que trae consigo un nuevo aprendizaje. Y es que, "en primer lugar, Dios se encarnó para liberarnos del ciclo de pecado y muerte y revelarnos así su generosidad sin límites, para enseñarnos una forma de amar que de otra forma nos hubiese resultado desconocida. En segundo lugar, desde que hemos probado la amargura y las inevitables consecuencias del pecado, nos deleitamos en librarnos de sus ataduras, del mismo modo que la dulzura de la miel nos resulta tanto más placentera después de haber probado la amargura. En interminable unidad con Dios, somos libres para servirle con reverencia y obediencia".
Ahora depende de nosotros dejarnos llevar por esa realidad finita creada por nuestras mentes o acercarnos al amor infinito de un Dios que lo único que desea es mantenernos aferrados a su manto, rebosantes de su amor. El sabe que "Nosotros, también, nos hemos precipitado desde lo alto de la montaña de la virtud y yacemos rotos y heridos por el pecado, con nuestra vida desvaneciéndose. Pero si nos volvemos hacia el Maestro, nos dará libremente su sangre espiritual para que podamos ser salvados de la muerte y volvamos a la vida. En verdad os digo que el Maestro viene a nosotros con este propósito"
Que cada día de sus vidas este lleno de bendiciones y rebosante del amor de Dios. Los quiero a todos.
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